La gente tiene cosas que a mí me sientan mal.
Y no lo puedo remediar.
Pongamos por ejemplo mi primo Nicolás,
que se ha comprado una Le Mans.
Cuando iba a 180, tremendo galletón,
y fué una gran satisfacción.
No es justo que tuviera lo que no tenía yo,
por eso Dios le castigó.
No es gula ni avaricia,
lujuria tampoco es.
Yo sé lo que me pasa:
La envidia es mi pecado capital.